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22 noviembre 2022 2 22 /11 /noviembre /2022 11:14

 

 

Nahúm 1. 1-14

 

   Es muy poco lo que se sabe de él, se le conoce como maestro de la poesía hebrea, escribe de manera simbólica y poética sobre la grandeza de Dios y la caída de Ninives, en un libro de tres capítulos, el cual, lleva su nombre que significa: “lleno del consuelo de Dios”, al parecer era de Galilea, es el séptimo de los profetas menores.

 

   Cien años antes Jonás profetizó contra Ninives ciudad de Asiria, sus ciudadanos se arrepintieron de su mal vivir, alcanzando la gracia y el perdón. Nahún conocería los hechos ocurridos en vida del anterior profeta y viendo la vuelta a la tiranía de los asirios, profetiza la ira de Dios y la destrucción sin remedio de Ninive, llevada a cabo por medos y babilonios. Las ruinas de esta ciudad han sido descubiertas en Irak.

 

   El libro está compuesto de dos parte, una muestra una fuerte creencia en el Dios que gobierna todo con sabiduría, siendo siempre fiel, y misericordioso que ama a sus amigos, o sea a su pueblo, preocupándose siempre por ellos. La otra, refleja un exacerbado patriotismo del profeta, ante las humillaciones de los asirios que atormentaban , asesinando sin piedad por lo que Israel será vengada con la ira y castigo de Dios. Alcanzando los Israelitas la liberación de la esclavitud.

 

   Dios es celoso con celo divino, de lo que le pertenece como Dios, Él es perfecto intrínsecamente, sin sombra ni posibilidad de nada incorrecto y sólo a Él le corresponde la alabanza, la gloria, el poder, la adoración; Dt 5, 9-10 “No te inclinarás a ellas ni las servirás, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visita la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera, y cuarta generación de los que me aborrecen y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guarda mis mandamientos”. Isaías 42, 8 “Yo soy el Señor, ése es mi nombre, mi gloria a otro no daré, ni mi alabanza a imágenes talladas”.

 

   Por la infinitud de su amor siempre busca sin cansancio la perfecta obra de sus manos ¡el hombre!, tendiendo sus manos a nosotros con lazos amorosos, unos lazos que nos curan y liberan, porque nos salva de la esclavitud y amargura del pecado. Estamos llamados, convocados a hacer el bien y no el mal, a dejar que todo nuestro ser sea reflejo del amor de  Él.

 

   Si nos apartamos del Señor dejamos de gustar de su relación amorosa, perdemos la noción de pecado, cayendo en la idolatría viviendo de espalda a su voluntad, de no arrepentirnos, terminamos envueltos en tinieblas y sombras de muerte.

 

  El verdadero amor por sí sólo nos inclina a lo bueno, limpio, transparente, lejos de todo mal. El pecado trae en si infelicidad, desasosiego, embrutecimiento, el dejar de gustar con el alma los sentimientos más hondos y puros, dejamos de vivir para el bien, no amando al prójimo, a la iglesia, el mundo; empezamos a vivir para nosotros según nuestro placer, gustos, egoísmos, olvidando que somos familia, comunidad, hermanos.

 

   Dios no es un castigador, el es infinitamente misericordioso y rico en clemencia, ¡TODO AMOR! pero el pecado en si mismo, trae un precio que hay que pagar por su naturaleza, p. ej. Si atacamos el planeta con un mal uso del mismo, este se revela contra nosotros como todos estamos viendo. Esto, no es castigo de Dios, es el resultado de una ley natural, ya que todo está hecho de manera armónica, si esta falla todo el tinglado se desbarata ya que toda el engranaje de la creación está pensado y hecho al milímetro. Si fumamos desmedidamente hasta enfermar de cáncer o pulmón, no es castigo de Dios, es el resultado de nuestra débil voluntad, al hacer algo que nos daña, hasta poder llegar a quitarnos la vida. Si buscando placer somos promiscuo, además de dañar a cónyuges e hijos, puede ser que se termine con una infección. Si nos viene un padecimiento mortal es causada por deterioro, o fallo orgánico, no por castigo de Dios. Él, nos acompaña, fortalece y nos ayuda en lo que es un proceso natural de la enfermedad, no castigo de suyo.

 

   Todos pecamos pero tenemos que ser honrados, ser consciente de ello, poniendo los medios para cambiar no apartándonos del Señor. Para esto, tenemos que buscar siempre su favor no alejarnos de su presencia. Ya que el que permanece en el pecado, sí, sufrirá el juicio de Dios y las consecuencias del mismo pecado. Santiago 2, 13 “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”.

 

   No sabemos cómo será el juicio de Dios para con nosotros, pero sin lugar a dudas justo, santo y misericordioso. Dios, siempre es Dios de amor, el que ama y busca a todo pecador. ¿Qué podemos hacer? Pedir los unos por los otros y hacer lo que nos dice el Señor; actuar conforme a su voluntad siempre santa. El Señor dice bienaventurados los pacíficos; seamos gente de paz, amaras a tu prójimo como a ti mismo; amemos con todo nuestro ser, mía es la venganza y la retribución; de ninguna manera nos podemos vengar de nadie

   Nosotros no debemos ni podemos juzgar y menos aún vengarnos, no podemos quitarle el puesto al Señor de lo que sólo le corresponde a Él, como juez. No podemos actuar ojo por ojo, diente por diente, al contrario, como nuestro Señor ser compasivos y misericordioso. Pro 25, 21 “Si el que te aborrece tuviera hambre, dale de comer”.

 

   Esto no nos exime de la obligación de buscar la verdad y la justicia, en todas nuestra relaciones, no podemos ser tibios por comodidad, el mismo Señor cuando lo abofetearon no puso la otra mejilla, con palabras precisas, correctas, educadas, preguntó; “en que había faltado y porqué le pegaba”, tenemos derecho a proteger a los demás y a nosotros mismos, a no dejar de manifestar la verdad por cobardía o comodidad, diciendo; “el Señor, el Señor... el que lo arregle. ¡No! Cuando hay mentiras, agresiones, guerras, robos manipulación... con nuestro silencio no estamos manifestando el mensaje de Jesús de paz y de verdad. Como cristiano no podemos estar en mentiras y en guerras de espalda a la Paz al mensaje y petición de Jesús.

 

                                                     ¡ Sí a la vida!

                                                                              

 

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