El blog de Botellas a la mar

   Pablo tuvo una conversión rotunda, de las que no tienen vuelta atrás, esto siempre pasa cuando te encuentras con Jesús. Es tal el asombro, el amor que te envuelve, la paz nunca antes experimentada, el vinculo de unión con el Espíritu de Dios en el alma, que ya nada te puede separar de Cristo; ni vida, ni muerte. Ante la experiencia vivida y la certeza de saber que realmente Jesús a resucitado que está vivo y operante, no hay nada que te pueda detener en el servicio y entrega a Dios. Es imposible continuar viviendo sin su amistad. Él nos ocupa por entero, pasa a ser... ¡nuestra única pasión! Pablo con el fuego del Espíritu en su corazón y alma, no tiene otro oficio que testimoniar a Jesucristo. ¡El Resucitado!

   En (Hech 18:1) Leemos que Pablo fundó la iglesia de Corinto en su segundo viaje evangelizador. Corinto pertenece a Grecia, esta ciudad tenía un gran movimiento de personas, debido a su puerto, por ser paso para otras rutas, el principal problema de la comunidad cristiana de Corinto se debía a su mundanalidad, que los hacía recaer en sus costumbres paganas y a los judíos conversos que querían someterlos al yugo de la ley.

   Desde el comienzo de la iglesia vemos que había problemas, dentro de ella; desencuentros, disputas, peleas entre las personas que la componían. Al igual que ahora, en nuestra Iglesia hay diferentes tendencias y desencuentros, el Papa se refiere a esto diciendo: “Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamación, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones” Y pregunta: “¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”

   Esto no impide que “Jesús el maestro cumpla su promesa (Mateo 28, 20) ,de estar siempre presente en nosotros y entre nosotros” y vaya formando la Iglesia con los que libremente quieren ser santificados, estos, siempre acompañados por la gracia van manifestando como se vive el mensaje de Jesús; siendo sal y luz de la tierra, mostrando como se ama, al ocuparnos y cuidarnos los unos a los otros.

   Es totalmente extraño e incomprensible, que en nuestra fragilidad de hombres débiles, vasijas de barro, contengamos tal gracia, ¡La Trinidad plena! Toda la gloria de cielos y tierra en nuestras almas, -muchas personas lo viven, sin llegar a comprenderlo- es a la vez un misterio y un hecho cierto, ¡ciertísimo! Dios es lo contrario de nuestro pensar y actuar, es sencillez, entrega generosa, pone a nuestra disposición su persona, su compañía, su amistad, su gracia, su ayuda, con el simple hecho, de que reconozcamos ¡nuestra nada y Su Todo! Acercándonos a Él humildes y sedientos de su amor, descalzos como Moisés ante la zarza ardiendo. Tenemos que descansar con abandono y confianza absoluta, la oscuridad, nos es estar perdido en el vacío, sino abrazados al Padre como los bebes; descansando, abandonados, siempre seguros perdidos en Él.

   Nuestro trabajar por el evangelio, consiste en ser evangelio vivientes, mostrando como se desarrolla nuestra fe de creyentes en Cristo, con los hechos. Al ser siervos suyos por amor, somos siervos de la humanidad, de lo contrario, nos predicamos a nosotros mismos, no a Él. Aún siendo vasijas de barro insignificantes: frágiles, débiles, rompibles, mortales, contenemos lo más grande de la existencia que brilla en la oscuridad de nuestro interior, por llevar el tesoro que es Dios. (Gedeón en Jueces 7, 20 dice) como “Rompiendo los cántaros de barro pusieron la luz de manifiesto”, al igual nosotros, vasijas de barro que se quiebra al más mínimo roce, no impide que llevemos el fuego, la luz de Cristo para alumbrar al mundo.

   Decimos que amamos y creemos en el Señor pero cualquier cosa nos contraría, nos asusta y desequilibra. La inseguridad de no tenerlo todo controlado, el no saber que pasará, si nos critican, o persiguen, si nos hacen algún mal, reaccionamos como los que no creen, ni esperan en Cristo. Nos empeñamos en vivir los acontecimientos sufriendo a tope, sin paz ni sosiego, Nos falta confianza, espera, fe. La vivencia de la intimidad del Señor nos tiene que llevar a responder como mujeres y hombres maduros, íntegros y responsables, con la seguridad de saber que Él es el que nos sostiene, haciéndonos crecer ante el sufrimiento, en toda pena en toda alegría. Tenemos que acoger a Jesucristo como nuestro Salvador, pedir y recibir la acción del Espíritu Santo, y aceptar la voluntad del Padre como un regalo. Todo esto debemos vivirlo, como los niños con entusiasmo y alegría.

   Nuestra mirada esta en todo lo externo, mientras que bien sabemos que para vivir en Dios tenemos que mirar a lo interno, la vida espiritual es vivir en intimidad la amistad con Jesús, Esto no se ve, se vive y de ser cierta esta vivencia de unión con el Señor, lo tenemos que exteriorizar en hechos de alegría y amor. Es alimentarnos de Dios para hacerlo presente en este mundo.

   Pablo dice estar apretado, pero no aplastado, apurado pero no desesperado, perseguido pero no abandonado, derribado pero no aniquilado. No debemos desfallecer, aunque nos estemos desmoronando, yendo a la muerte para que otros tengan vida, si no nos alejamos de Dios. Es morir para resucitar con Cristo. También Pablo enseña que nada nos puede destruir, que nuestro ser interior (2 corintios 4, 16) se renueva cada día, es verdad que vamos envejeciendo pero internamente nos vamos transformando en hijos, en niños acariciados por la ternura del Padre. No nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesús como Señor y nosotros como siervos suyos, debemos aprender y aceptar a vivir aquí, con Dios y en Dios en lo malo y en lo bueno, siendo los últimos para que se vea que nuestro vivir es una fuerza extraordinaria de Dios.

                                            ¡Sí, a la vida!