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10 septiembre 2013 2 10 /09 /septiembre /2013 22:16

                                                                                            00000006-1--1-.jpg                                                    Henri Nouwen   

  Nuestra señora de la Cueva. San Pafnucio obispo y confesor, sufrió persecución le amputaron una pierna y le vaciaron un ojo.  

 

  Ante Dios el hombre solo puede ver y sentir su pobreza, la nada, la debilidad  en la que está sumergido todo  su ser. Por nosotros mismos no somos capaces de quitar las pasiones, las impurezas, el mal; -cuando estamos hechos para el amor- tal es nuestra pobreza, debilidad y nada, de cuerpo, alma y espíritu. Nuestra única riqueza es Dios que nos habita. Sólo cuando somos conscientes, cuando estamos despiertos en Dios, viviendo para, por y en El, el Espíritu, hace lo imposible, posible con su gracia, con sus dones, con su amor, es el que nos santifica en nuestra inutilidad y pobreza absoluta. Henri Nouwen Decía. “Vivir una vida espiritual significa llevar todo mi ser a la morada que le pertenece. Mi tarea espiritual verdadera consiste en dejarme ser amado, plena y completamente y creer que en este amor llegaré al cumplimiento de mi vocación. Sigo intentando llevar mi ser errante, inquieto y ansioso a su hogar para que pueda descansar en el abrazo del Amor”. (Escrito en el último diario de su vida.)

 

  Mientras más consciente de la pobreza en que  estamos; más vacios, abiertos y preparados, con ansias y hambre para recibir el jugo, la lluvia de gracias que necesitamos, en el seguimiento del Camino de la felicidad; Jesucristo, Camino a la  Vida, en la Luz. Por el contrario, si nos encerramos en nosotros mismos, viviendo para todo lo material nos cegamos, por el tener y el poder,  no siendo capaces de quitar la pasiones, es lucha perdida el querer vivir con el corazón y el alma limpia, porque estamos inutilizados, embrutecidos, hastiados, cansados, ahogados por todo lo material, teniendo en demasía lo que les falta a otros, vivimos para nuestros egoísmos y soberbia, sin compartir, si acaso, dando algo de lo que nos sobra, no compartiendo, ni partiendo el pan de cada día que nos da el Padre nuestro que está en los cielos.

 

  Aspirad solo a Dios, morir con todo nuestro ser con Cristo, es entrar más adentro en la espesura, donde sólo moran Ellos, es vivir ya la eternidad de la unidad del Amor,  haciéndonos  pan tierno, caliente, partido, ofrecido  que alimenta, nutre, sirve para el hambre de los hermanos, dando nuestra vida junto con la de  Señor, para con El; vivir sirviendo, construyendo, un mundo mejor.

 

 

                                                                       ¡Sí, a la vida!   Bebe-37[1]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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