Dios no quiere sacrificios expiatorios, ni ofrendas. La ofrenda agradable al Padre es su Hijo Nuestro Señor que dice: "aquí estoy como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad". Si somos presas del pecado y de la muerte, Jesucristo es nuestra justificación, de quién desborda toda gracia, por El, viviremos y reinaremos porque hemos sido justificados.
Nuestro modelo es Jesús; para estar en vela hay que convivir con Él, disfrutar de su compañía, formando un buen equipo, estando siempre en evolución en la práctica del bien, en las obras de misericordia, en las correrías de nuestra vida, escuchando su voz en las decisiones a tomar, actuaciones a realizar, soluciones a los problemas…para no vivir de suposiciones, de quizás… sino de la realidad que es El, el Jefe, el Maestro, el Salvador, ¡Dios!
La luz de nuestra lámpara se tiene que mantener por la mecha incendiaria de nuestro corazón, que prende y arde al roce de su luz, que activa la esperanza del momento después, del mañana. Si el presente es Cristo, todo don y gracia ¿qué bendiciones no vendrán en el mañana? Y, todo condimentado con el Amor de su Caridad. Estemos siempre alertas vigilantes tras sus pasos, si lo seguimos el nos conducirá a los brazos del Padre.
Nuestra tierra, este precioso paraíso, el edén que Dios nos ha regalado, no es nuestro hogar definitivo. Aquí empezamos la aventura para terminarla en el cielo, hagámoslo como decía Anthony de Mello, “Ligero de Equipaje”, velando, trabajando con la lámpara de la fe encendida, para alumbrar a todos el camino, en el que podemos estar cansados pero no agobiados porque Dios mismo es nuestro descanso, y su yugo no pesa, por ser suave y su carga ligera, ya que El es el yugo del Amor que libera de toda esclavitud.
Esperemos, vigilando nuestros malos actos para no apagar tan preciosa luz y obremos siempre el bien, siendo con el Señor ofrendas vivas ante el altar de su presencia, diciendo “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.
¡Sí, a la vida!