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2 noviembre 2013 6 02 /11 /noviembre /2013 20:56

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   Hoy, en la celebración de los fieles difuntos se nos olvida que lo que ayer celebramos fue también  a los nuestros, a nuestros padres, hermanos, esposos (as) hijos, familiares, amigos... que están ya en el Cielo, limpios de todo, por la sangre de Cristo, por su fuerza y su poder.

   Vivir la separación  de los que queremos es tremendo, creo que no hay dolor que lo iguale, más,  vivir  esta separación en el Señor, en el que creemos,  nos lleva a ser agradecidos, por las personas que nos han dado la vida,   nos han querido,   y nos han precedidos. Ahora, interceden por nosotros, teniéndolos    más cerca aún   que cuando estaban vivos en este valle de lágrimas. Ya, que no estamos separados por la muerte de los que queremos, sino más unidos por la Resurrección de Cristo y la comunión en su Espíritu, los que se fueron, viven en El y con Él, y El, vive en nosotros, la unión con El, es total y perfecta en su Espíritu.

   Todos los santos, incluidos los nuestros, “nuestros familiares santos” reciben tesoros  de la santidad de Dios que repercuten en la Iglesia militante, intercediendo,  ayudándonos, protegiéndonos…  en una continúa comunión con nosotros  en el Espíritu de Jesús. Comunión que no debemos romper con nuestros olvidos, ni tibiezas, orando con diligencia, fervor y constancia por los que ya no están y por los que nos rodean para que un día (que vendrá) podamos todos reunidos, cantar las maravillas y misericordias del Señor.

   ¡No tengamos miedo! Jesús, es el sentido de toda vida y de toda muerte, el sentido de nuestro vivir y nuestro morir ¡Sólo El!

  Job, quería que sus palabras se grabaran en cobre y en plomo se escribiera en piedra; yo, sueño que las mías vuelen hasta penetrar por las rendijas  del entendimiento,  de los sentimientos, de los corazones;  que como un volcán, explote cada silaba cada palabra en las venas de las almas  gritando y haciendo sentir y vivir qué… ¡¡¡Sí!!!  ¡¡¡Que vive y está!!! Que nuestro Redentor existe, vive con nosotros, en medio de nosotros, en nosotros para siempre. Qué no hay ni muerte ni vida, nada que nos separe. Si permanecemos en El.

    Que nuestros corazones oprimidos se esponjen de alegría porque nuestro modelo Cristo, con la energía que posee, también transformará nuestro cuerpo humilde, conforme a su Cuerpo glorioso. El es el Señor, nunca defrauda.

    Yo se que está vivo mi Redentor que se ha levantado del polvo. Veré a Dios mismo, lo veré, mis propios ojos lo verán.

                                                                          Bebe-42-1-.gif¡Sí, a la vida! 

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