San Marcelo, mártir (siglo III). Era centurión, condenado a morir decapitado por ser cristiano y no querer continuar en el ejercito.
Entrar por la puerta estrecha es cuestión de fe y de voluntad. Fe en Jesucristo y voluntad para dejarnos amar e impregnar de todo lo que es El, con seriedad y responsabilidad debemos ejercitarnos en corregirnos de nuestros defectos y tendencias con voluntad firme, corazón limpio y transparente, no estamos solos luchando con nuestras debilidades, atenazados por ellas, el mismo Espíritu del Jesús, Espíritu de vida y amor está en nuestro ser con su fuerza, para librarnos para ayudarnos intercediendo por nosotros. Imitar al Señor siguiendo sus enseñanzas de la Palabra y en su manera de vivir; llevando una vida como El, en la verdad transparente, humilde, sencilla, feliz con lo cotidiano de cada día, empleándonos en el bien haciéndolo presente. Si amamos a Dios todo nos viene bien, nosotros los llamados conforme a su designio, los escogidos, a los que predestinó a la vida, al amor, a la alegría, a ser imagen de su Hijo que nos justificó con su sangre y nos glorificó –estamos glorificados en Cristo Jesús, El es nuestra gloria-.
No tengamos miedo a lo desconocido, a lo inseguro al no saber ¿Qué pasará? ¿Qué será? La incertidumbre del mañana, de lo desconocido, es un salto en el aparente vacio, sabiendo que caeremos en los brazos del Padre misericordioso; nunca estamos más seguros que abandonados a lo mejor de la existencia, al amor de Dios a su Espíritu.
Hagámosle al Señor el servicio de que El mismo, a través nuestro continúe sirviendo a los necesitados, a los hermanos, con su misericordia y tengamos confianza, si nuestro corazón se dilata por las obras de amor, la puerta estrecha se ensanchará para que podamos participar en la boda del Cordero.
¡Sí a la vida!